¿Por qué dejamos de dibujar?

Si el dibujo es un lenguaje que de niños usamos espontáneamente para expresarnos, incluso antes de saber escribir, ¿por qué abandonamos su práctica como adultos? El sistema educativo ejerce un gran peso

¿Por qué dejamos de dibujar?Para los niños, dibujar es una actividad motora espontánea 

 MARTA RODRÍGUEZ BOSCH 28/03/2014 para La Vanguardia (http://www.lavanguardia.com/)

 

Un niño hace sus primeros garabatos hacia el año y medio. Su determinación con el lápiz es tal que si los progenitores se descuidan es capaz de pintar toda una pared de casa. Para los pequeños dibujar es una actividad motora espontánea y a la vez compleja, que forma parte intrínseca de su desarrollo personal. Primero garabateando en cualquier lugar, luego dibujando con mayor control corporal, el niño experimenta el placer del movimiento. Y esta habilidad recién descubierta, que será cada vez más coordinada, le resulta muy gratificante. El progresivo dominio del movimiento implica la maduración de su capacidad psicomotora y marca su desarrollo tanto en el plano intelectual como afectivo. La evolución del dibujo es también su evolución cognitiva. Hacia los dos años y medio la criatura ya combina círculos y líneas creando formas. Sobre los tres años sorprende a los adultos con los humanoides, primeros esbozos de figura humana. De los tres a los seis su trazo es más estable y se aventura en la representación de la realidad que lo envuelve. Entre los seis y los diez maneja el lápiz con destreza. Y a partir de los diez, sus posibilidades expresivas son enormes. Es precisamente en ese periodo culminante de habilidades cuando bastantes niños abandonan progresivamente la práctica del dibujo. Y muchos de ellos al convertirse en adultos probablemente dirán: “Yo no sé dibujar”.

 

“Los maestros y la sociedad en general entendemos que un niño cuando es pequeño dibuje mucho –señala Maria Vinuesa, de la Associació de Mestres Rosa Sensat–. Es su manera natural de expresarse. Incluso al principio para el niño aprender a hacer letras es dibujar. A medida que crece, no obstante, lo consideramos accesorio”. Entre las diferentes áreas que componen el currículo de educación primaria (6 a 12 años), junto a lengua, medio natural, educación física o matemáticas, figura educación artística. También forma parte de las 8 competencias básicas a desarrollar entre primaria y ESO (13 a 16 años), bajo el nombre de competencia comunicativa artística y cultural. No obstante, ya entre primero y cuarto de primaria, si se ojean los álbumes que los niños llevan a casa a final de curso, queda patente que el dibujo en esta etapa desaparece gradualmente. Las horas en la escuela son unas y se distribuyen en función de lo que se considera prioritario. Y el foco de atención en el aprendizaje está en las denominadas materias instrumentales, es decir lenguas y matemáticas. En Rosa Sensat –asociación que trabaja por la renovación pedagógica desde hace décadas– consideran que todas las expresiones artísticas deberían contar con más presencia. “Cultivar la sensibilidad hacia ellas implica una mirada más amplia y rica en la etapa infantil. Abren la mente a otras visiones de la vida. De adultos sabrán disfrutarlas y, a la vez, les permitirá afrontar las cosas de otras maneras”. Pero además preocupa no solo si se dibuja o no, sino todo lo que concierne a cómo se realiza en la infancia. “En ocasiones se guía en exceso. El niño debe ser libre y dibujar a partir de su propia experiencia, no de la de los otros o de estereotipos. Si queremos que el dibujo sea realmente una expresión, se ha de evitar cualquier modelo”, añade Maria Vinuesa.

 

Ante la constatación de que todos los niños dibujan y muchísimos adultos dicen no saber dibujar, el pedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci opina: “Está claro que sucede algo que lleva al niño a pensar que no vale la pena seguir dibujando. Es un fenómeno complejo y grave”. En la etapa de primaria viven en primera persona cómo el dibujo ya no interesa tanto a la escuela. Y muchos de los que mostraban una clara vocación hacia él, al cabo de pocos años mirando cómo se ha empobrecido su dibujo por falta de práctica creen que no saben dibujar. “En ese periodo –resalta Tonucci– los lenguajes privilegiados, la lengua y la matemática, adquieren importancia, crecen y devienen capaces de expresar pensamientos y emociones. Mientras que el dibujo, el canto, las manualidades, permanecen infantiles porque están infravalorados, no se estimulan ni se desarrollan. Y llega un momento en que los chicos ante esa producción pobre dicen ‘no sé dibujar’, ‘desentono’, ‘no sé hacer nada con las manos’. Ese día es una derrota educativa”. Un aspecto en el que coinciden distintos docentes y pedagogos es en la importancia de no corregir al niño pequeño cuando dibuja, aunque a un cuerpo humano le falten los brazos o en un paisaje la tierra flote sobre el cielo. Francesco Tonucci cree que al corregirlo hacemos crecer dentro de él la conciencia de que no sabe dibujar. Al mismo tiempo, los adultos perdemos una de las pocas posibilidades de conocer el pensamiento infantil, cerramos una preciosa ventana abierta. “El dibujo es un gran recurso que debe crecer conjuntamente con el resto de lenguajes para poder acompañar la comunicación, la expresión y la reflexión a lo largo de toda la vida”, sostiene. Para el niño el dibujo es un espléndido medio. Un lenguaje silencioso que practica con fruición, de un modo desinhibido, que le mantiene concentrado en su quehacer. Una fuente inagotable de expresión personal. Un lenguaje no verbal interpersonal y de relación con los amigos. Resulta habitual entre ellos el intercambio de dibujos.

 

Con el dibujo, además, representa su universo subjetivo, se reafirma como individuo a medida que crece. Supone también una plataforma comunicativa de primer orden, voluntaria o involuntaria. Es por ello que a partir de los cinco años, el dibujo se convierte en una herramienta de gran utilidad en la evaluación psicológica de los niños. Aquello que no sabe o no puede expresar con palabras, lo que le sucede, siente y experimenta, aflora en el dibujo. Actúa además como sublimación de la agresividad. Con el dibujo también cultiva la motivación interior, la confianza en sí mismo y su potencial creador.

 

“Cuando dibujas –afirma Maria Vinuesa, de Rosa Sensat– hay una educación de la mirada muy importante. En los primeros años la expresión surge desde el interior. Después incluye el descubrimiento del entorno”. La llegada a la adolescencia es un momento clave. Una encrucijada. También en lo que atañe al dibujo. “Es un periodo en el cual se pasan cuentas – explica Tonucci–. Con la familia, con la escuela, con la sociedad, con uno mismo. El momento en el que se comprende qué cosas de la infancia vale la pena llevarse a la edad adulta y qué cosas es mejor dejar atrás porque ya son inútiles. Y esta última es la valoración que frecuentemente se reserva al dibujo y la razón por la que se abandona”. “En la escuela –observa Vinuesa– estamos tan obsesionados por la cuestión de la operatividad, lo que es útil y lo que no lo es para ganarte la vida, que la expresión artística queda fuera. Esta idea de la utilidad ha hecho mucho daño al conjunto del sistema educativo”.

 

Para Peter Jenny, catedrático de Diseño Visual en la Escuela Técnica Superior (ETH) de Zurich (Suiza), el quid de la cuestión reside en que “el mundo académico trata el dibujo como una disciplina artística, no como un lenguaje. A lo que se añade que para muchos lo artístico es considerado un pasatiempo”. Jenny defiende el dibujo como una forma de comunicación potente y creativa a cualquier edad. En su libro Técnicas de dibujo, editado recientemente por Gustavo Gili, sugiere sustituir la idea de hacer algo de forma correcta o incorrecta por los verbos experimentar y descubrir. Y anima a redescubrir el lenguaje del dibujo, ir “en busca de los trazos perdidos… Pues las líneas están en nuestro interior”, asegura.

 

Expresión libre sin receptor En los años setenta, Arno Stern difundió en Europa los talleres de expresión libre. Cuatro décadas después en España suscitan un interés creciente. Stern ha visitado recientemente Madrid y Bilbao para impartir sendas conferencias. Hoy todavía en activo, sigue dando talleres en su Closlieu de París. Un espacio cerrado, como indica el nombre, donde personas de diferentes edades, niños y adultos se sienten libres para desarrollar el juego de pintar sin juicios, inhibición, ni competición. Sin pretender nada. Únicamente por la satisfacción que proporciona la actividad en sí misma. Son dibujos y pinturas que no se exponen, ni muestran a nadie. Como no se exhibe, pongamos por caso y salvando las distancias, un paseo por el campo o una conversación con un amigo. “Es importante para el equilibrio de la persona –escribe Arno Stern– tener la posibilidad de escapar a la vigilancia de la razón para entregarse a un acto no intencional”. Para Stern sus talleres no tienen nada que ver con el arte. Tampoco con la arteterapia, aunque a veces se confunda con ella. Simplemente propone una práctica que es fuente de bienestar. Stern acuñó ya hace décadas el término formulación para explicar el conjunto de trazos o signos dibujados que forman parte de una función primaria del ser humano y no se basan en la observación, sino que surgen del interior y emergen de un impulso espontaneo redescubierto. “Una vez esta manifestación no se destina a otros y es liberada de la necesidad de ser entendida por un receptor –aclara– puede convertirse en expresión de una memoria orgánica”.

 

Miguel Castro, miembro de los talleres de expresión y educación creadora Diraya, se formó con Stern hace 30 años. La apertura hace 15 de su propio taller en Bilbao fue recibida con recelo por educadores artísticos, pedagogos y psicólogos. Hoy se ha invertido la tendencia y cuando visita escuelas para explicarlo es bienvenido. El cambio de percepción coincide con un momento en el que el sistema educativo busca alternativas ante el fracaso escolar. Para algunos, precisamente ese planteamiento restrictivo de lenguajes imperante en la escuela influye negativamente. Cuando un niño pequeño comienza a hacer torbellinos con el lápiz su mundo se transforma, apunta Castro. “Se ponen en juego muchos aspectos. Comienza a explorar la presión, la velocidad, la ubicación en el espacio… Intervienen desde el hombro, la muñeca, los dedos… El niño está llevando a cabo una investigación, no totalmente consciente, y esto le llena de alegría”. Es muy importante, sin embargo, no juzgar sus dibujos ni en sentido positivo ni negativo –indica Miguel Castro–. Pues se le condiciona a buscar la aceptación del adulto. “En vez de hacer un trabajo en sí mismo, lo hace para lograr la aprobación. Lo que le impide descubrir sus propias capacidades”.

 

Para Castro lo que aleja al niño del dibujo es el hecho que desde el mundo adulto se contempla como un trabajo artístico, como un vehículo de comunicación. Entonces se desvía de la función real: la de expresarse uno mismo, que es además una necesidad de primer orden. El uso de modelos, cuadernos para colorear, directrices, fichas que mantienen al niño pegado al asiento en la escuela, va ahogando lentamente esa necesidad vital. En la preadolescencia ya no le sirve ese nivel de expresión. “Los jóvenes quedan paralizados frente al papel. Cuando no les dices lo que tienen que hacer, no saben cómo proceder. Se les ha condicionado de una manera brutal. No son autónomos. Y esto va ligado a un fenómeno social muy actual, que es la falta de responsabilidad. Y la demanda de tutela para todo”.

 

Existe la idea generalizada de que los niños son más creativos que los adultos. Para Castro es falso. “Como seres humanos tenemos un programa genético, heredamos un pensamiento creador. Lo que sucede es que cualquier programa se puede inhibir por procedimientos físicos, químicos o ambientales. Es lo que se está haciendo a edad muy temprana”. Hoy en Europa funcionan unos 3.000 talleres donde se siguen las enseñanzas de Arno Stern, quien recalca que la práctica en el Closlieu no es ni un happening, ni una terapia. “Pero previene de la necesidad de terapia –puntualiza–, ya que estimula las capacidades que permiten al individuo realizarse a sí mismo. Desarrolla aquellas habilidades que han sido sofocadas por la cultura”. Precisamente la arteterapia –disciplina que cuenta con casi un siglo de historia y se inscribe en el campo de la psicoterapia–, utiliza la pintura y el dibujo como herramienta que facilita la expresión y comunicación de aquello que puede resultar difícil de verbalizar a una persona por distintos motivos. Lo inconsciente emerge a través de las imágenes y libera conflictos. Ese poder catártico es intrínseco a la actividad creativa. “El arte tiene la cualidad de elevar elementos desde lo profundo hasta lo consciente en forma rápida y transparente. La palabra limita a un contenido determinado y preestablecido, en cambio la creatividad es infinita en su posibilidad de expresar. No siempre lo verbal nos permite desahogar un contenido emocional plenamente”, escribe Judith Mendelson, psicóloga argentina especialista en arte terapia.

 

Recuperar el trazo olvidado Escribir no significa convertirse en escritor o poeta. Simplemente al escribir palabras se pueden expresar pensamientos, relatar acontecimientos, conservar recuerdos, comunicar emociones. Francesco Tonucci hace notar que, de igual modo, saber dibujar no significa que todos nos convirtamos en pintores o dibujantes. Sino que una persona adulta es capaz de representar gráficamente los objetos, las personas o los paisajes que desea. “Es más, saber dibujar debería ser más simple que saber escribir, porque todos los niños lo hacen espontáneamente antes de comenzar a escribir”.

 

El dibujo es un lenguaje que los adultos también utilizan, aunque no lo perciben así, argumenta Peter Jenny. Por ejemplo, al gesticular con las manos están realizando un trazo, dibujan en el aire. Y muestran su buena comprensión ante pictogramas o las instrucciones ilustradas para el manejo de aparatos. “Cuando los legos contemplan el arte moderno a menudo se dicen: ‘Yo también podría hacerlo!’. Pero no es un estímulo, es la constatación de un rechazo. Necesitamos demostrar a los jóvenes que el pensamiento ‘yo también podría’ debe alentar sus propias acciones. El dibujo, lo artístico es –según Jenny– patrimonio de todos. No solo de una minoría. “Hay que explicar a los no artistas que, sin saberlo, aplican a diario técnicas artísticas. Por ejemplo, al peinarse, maquillarse o jugando a las sombras chinas. Los límites entre la estética y la cosmética fluyen. Y esta permeabilidad se puede utilizar lúdicamente y con humor”, concluye el veterano catedrático suizo.

 

Por la escuela-taller de dibujo, pintura y grabado de Núria Duran, en Barcelona, cada año pasan más de 200 personas. El perfil: adultos de entre 25 y 55 años, 95% mujeres y 5% hombres. Los motivos y expectativas, muy diversos. Personas que hubieran querido dedicarse al arte, pero les indujeron a estudiar carreras más efectivas para ganarse la vida. “El mundo de hoy –opina Núria Duran– está muy fragmentado por el uso constante de las nuevas tecnologías que siempre interrumpen todo lo que hacemos. El taller es un espacio sin cobertura para acentuar “la cobertura con uno mismo”. También están los que provenientes de las bellas artes o afines y desean salir de la academia, buscan otras vías de expresión. Su taller está orientado sobre todo como un espacio de libertad, donde se combina el análisis y la observación, con la intuición y el azar. Hay quienes argumentan su deseo de pintar en la realización de una actividad relajante. “Pero en realidad –reflexiona Duran– la función del dibujo es la autoconexión y la comunicación. La gente necesita dibujar porque inconscientemente necesita mostrarse a los demás sin máscaras, como realmente son. Dibujar es hablar de nosotros mismos, darnos a conocer al otro de la forma más genuina posible”. El arte –según esta licenciada en Bellas Artes, profesora y artista– sirve para recordarnos que los tiempos humanos son tranquilos. “El fast food es algo que nos han vendido, pero que no nos aporta comprensión. Si todos estuviéramos más conectados con nuestras pasiones tendríamos tiempo y paz interna para curiosear en otras disciplinas. Todos los procesos creativos están relacionados: dibujar, cocinar, ser científico… debemos practicar la creatividad en todo”.

 

¿Cómo evitar que esa línea expresiva que comenzamos a trazar con arrebatado entusiasmo de niños se trunque al crecer? Para Francesco Tonucci no debería ser tan difícil. Simplemente respetando el artículo 13 de la Convención del Derecho de la Infancia de 1989 (ley en el Estado español de 1990) que dice: “El niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por el niño”. Tonucci reivindica que el niño ha de escoger el lenguaje con el que más congenie para expresarse. “La escuela debe garantizar este derecho ofreciendo un amplio abanico de lenguajes y no seleccionándolos jerárquicamente”.

 

De hecho Francesco Tonucci ha plasmado su visión crítica de la enseñanza a través de viñetas, firmando como Frato. “Yo dibujo desde siempre –explica–. Pero solo las viñetas se han convertido en un lenguaje de comunicación pública. Una manera más directa y eficaz de transmitir el resultado de mis investigaciones y reflexiones sobre los temas educativos”. Estos dibujos son conocidos, han sido pagados y publicados. Pero, además, cuenta con otra producción de pintura, retrato, paisaje… gratuita y casi completamente desconocida, que ha actuado como un diálogo consigo mismo y le ha acompañado toda su vida. También para darle valor y ánimos en los momentos difíciles. “El dibujo siempre ha sido mi seguridad –confiesa–. En la cartera o la mesita de noche, siempre tengo bolígrafos, lápices y hojas en blanco. Para estar preparado, tomar un apunte, hacer un boceto, fijar una idea que más tarde podría olvidar”.


¿Que fiesta?

Por Enrique Pinti, actor y lúcido escritor argentino.

Enrique Pinti
Enrique Pinti

¿Que fiesta?

 

 

En un canal español vi hace poco a un alcalde ponerse muy serio al decir que ante la crisis iba a aplicar la política de la verdad, y declaró algo así como: "Si en el futuro me dicen señor Alcalde esa carretera es muy necesaria, yo les contestaré que si no se puede financiar esa carretera, no se hará; que llegó la hora de la verdad y que se acabó la fiesta". Y olé. ¿Qué fiesta? ¿De qué fiesta hablan los que casual o causalmente las han armado, ayudado a armar o miraron para otro lado? Y no me estoy refiriendo puntualmente a ese alcalde, a quien no conozco y del que ni siquiera recuerdo el nombre. Me refiero al poder en general. ¿Quiénes, sino los grandes titiriteros políticos, son los que sientan bases y establecen pautas o reglas de juego a los pueblos? ¿Quiénes decretan que todo va bien o todo está mal, pero vamos bien o compre ahora, venda ya, ahorre, gaste, juegue al euro, apueste al dólar, exportemos, importemos, produzcamos, compremos todo hecho afuera, compremos nacional, invierta en propiedades, especule en la bolsa, etcétera?

¿Quiénes gastan desorbitadas cantidades de dinero en guerras, armamentos y agencias de espionaje? ¿Quiénes no vacilan en arrojar millones y millones en carreras espaciales dignas de mejor causa? ¿Quiénes fomentan el consumo de artículos suntuarios como símbolos y emblemas de pertenencia propios de mundos mejores, sofisticados y lujuriosamente sobrevaluados? Esas sí son fiestas que dejan tendales de muertos y malheridos, bacanales en donde el derroche es el rey y el exceso, el Dios adorado. Pero llega el momento en el que las burbujas revientan, los que sacan tajada ya han hecho su agosto y entonces llegan los golpes de timón, los cambios de rumbo, las crisis, las devaluaciones y los daños colaterales, eufemismo para representar a cientos de miles librados a su suerte, sin techo, sin crédito, sin empleo y sin esperanzas. Y cuando alguien reclama por condiciones mínimas de vida aparecen esas frases: se impone la austeridad, la fiesta terminó.

Y el hombre común se pregunta ¿encima me echan la culpa? ¿Bailé al ritmo que ellos marcaron y ahora soy el que paga los platos rotos? Preguntas sin respuestas concretas que seguimos haciéndonos los seres humanos en épocas de crisis económicas, morales y de nervios.

Cuando el descalabro económico sacude los cimientos de las sociedades vienen los inevitables precios para pagar. Pagar por los que tienen apenas lo indispensable: casa, empleo y una cobertura de salud, generalmente cara si es privada e insuficiente si es estatal. Y los ajustes deben sufrirlos los que menos tienen, porque los que más tienen se limitan a dejar de ganar, pero casi nunca a perder, a menos que la corruptela haya sido tan excesiva y obvia que no haya habido otra más que la quiebra, la cual, si es fraudulenta como en muchos casos, será pasajera. Y en poco tiempo veremos a los arruinados emerger de sus cenizas, mientras que al hombre común le costará años recuperar lo perdido en esas fiestas a las que fueron invitados por especuladores y magos financieros, mercaderes como aquellos a los que Jesucristo echó del templo.

Y hay que verlos, rasgándose las vestiduras arengando a sus atónitos súbditos acerca de los beneficios de no tener educación, acceso a la cultura, a la salud y ni siquiera poder circular por buenas carreteras, porque hay que ajustar el cinturón, pasar el invierno, cruzar el río Rubicón cual Julio César o acampar hasta que aclare.

Mientras tanto vemos sin poder dar crédito a nuestros ojos, ríos y mares contaminados por la ambición humana, la naturaleza desafiada una y otra vez, basura espacial por toneladas, radiaciones mortales y teorías de enemigos permanentes que exigen gastos tremendos para la defensa del latente ataque terrorista.

Las prioridades no son las de los hombres y mujeres que quieren hacer más digno y placentero su paso por la vida. Todo parece pretencioso, exagerado y excesivamente demandante. La fiesta ha terminado, dicen, mientras se lamen las heridas preparando la próxima, esa fiesta con invitados de primera, segunda y tercera clase, como en el Titanic, el más lujoso ataúd que conoció la ambición desmedida.

* El autor es actor y escritor .

 

Nota periodística de la Revista del diario Argentino "La Nación" del 16.10.2011

 

 http://www.lanacion.com.ar/1414860-que-fiesta

 

 

Admiro profundamente a quienes tienen la claridad mental y el don de la escritura para poner en palabras aquello que a mi, artista visual, me resulta muy difícil.

Es maravilloso leer y sentir... Si!!!!  Si!!! esto es lo que pienso y no tengo el poder de expresar!!!

 

Por ello comparto con ustedes esta versión de la realidad según Pinti a la cual adhiero completamente.

 

Tenemos que poner este tema sobre el tapete para encontrar una solución por nosotros y por nuestros hijos.


Certificación de obra:

Archivo Internacional

Central de

Objetos de Arte


Hacé click en la imágen y te lleva a la página "por los chicos.com".

Hacé click en el rectángulo celeste y Listo!!!!

Cerrás la página y podés volver aquí. DONASTE COMIDA GRATIS!


Ver el perfil de Adriana Gutierrez en LinkedIn

Integrante de:

Soy integrante de este grupo de artistas visuales del Partido de General  San Martín -  Provincia de Buenos Aires - Argentina

Y responsable de la Comisión de Comunicación y Difusión y mantenimiento de la página web.

"Somos un grupo heterogéneo e independiente de Artistas Visuales, que procedemos de distintas corrientes estéticas, aunados en torno a un objetivo en común:

 

-hacer visible la tarea de los artistas

-difundir el conocimiento de las Artes Visuales, tanto dentro como fuera de nuestro partido

-defender nuestros derechos y

-facilitar el logro de proyectos culturales que nos unan.

 

Para consolidar y difundir este objetivo de una manera más activa en nuestra comunidad, proyectamos la realización de exposiciones, conferencias, mesas redondas y charlas debate, invitando personalidades emblemáticas de las Artes Visuales y de la Cultura."


TENDER colectivo de artistas

 

 

"TENDER, es un colectivo de artistas visuales que se funda en 2015 a raíz de una muestra colectiva homónima de artistas visuales oriundos del partido bonaerense de General San Martín. Con gran diversidad de trayectorias, materialidades, técnicas y lenguajes, los integrantes generaron un proyecto de exhibición que proponía hacer foco en la construcción de un discurso colectivo desde la diversidad y la armonía. 

 

La primer exposición realizada por el grupo, se llamó TENDER - Fragmentos Suspendidos, y fue una instalación de sitio específico que se presentó en las universidades nacionales de San Martín y General Sarmiento con la curaduría de Federico de la Puente. 

 

En 2016, impulsados por la grata recepción del público y las instituciones , deciden redoblar la apuesta y construir una obra conjunta que reúna los criterios y características de cada uno, realizando la muestra LATENTES 1976-2016 un poema contemporáneo a 40 años de la dictadura cívico militar, también un proyecto de sitio específico que parte de las cartas que  las madres detenidas-desaparecidas eran obligadas a escribir  - en cautiverio -  a sus hijos recién nacidos con la promesa de que serían entregados a sus familias de origen. La gran mayoría de esas cartas nunca llegaron a destino. Continúan LATENTES.

 

A partir de la intervención del espacio de antesala de la Biblioteca de la Universidad Nacional de San Martín, el grupo fue invitado a llevar Latentes a la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y también, en 2017, al Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.  

 

Tal vez, la particularidad del Grupo TENDER es el carácter democrático, heterogéneo y participativo, además de la forma en que desarrollan sus proyectos."

 

Federico de la Puente

Curador independiente

Instagram